Se fue el hombre que hizo 'vivir la televisión'...
Hace dos años, Monte Carlo pasaba por su peor momento: no había sabido capitalizar el exitoso comienzo del 2007 con Gran Hermano y su grilla se había desplomado, siendo sumamente difícil recordar apenas un éxito de ese período. En un contexto absolutamente desfavorable, aterriza Oscar Gatti a gobernar el canal de la calle Paraguay después de haber terminando en mala relación con el grupo Artear de Argentina (Clarín). Este nuevo rey de uno de los tres “estados televisivos” en Uruguay fue visto bajo lupa por todo el mercado nacional, ya que un argentino –no sólo de sangre, sino de mentalidad televisiva- tenía las riendas de un canal que parecía fuera de competencia.
Su aparición coincidió con el estreno de ciclos nacionales que pasaron al olvido sin mucho esfuerzo, así como Tenemos que Hablar, y Ta!, pero que marcarían el inicio de una etapa en la que no se le tendría miedo a apostar por productos nacionales. Sobre el final del 2008, la estética del canal ya había cambiado, y programas como Terapia de Pareja y Pizza a Carballo se convertían en dos de los programas nacionales más importantes de nuestra televisión. Con el tiempo, la emisora fue tomando forma, y vitalizando su estructura desde lo institucional, al promover presentaciones permanentemente y darle fuerte identidad a sus coberturas. De esta forma, alcanzaron altísimos niveles de audiencia en las olimpíadas del 2008, números que se repetirían en las coberturas de las elecciones y recientemente en el Mundial.
Movimientos inteligentes fueron haciendo que sobre el 2009, Monte Carlo compita cabeza a cabeza con los otros dos canales privados. La idea básicamente fue darse cuenta que el canal no tenía que seguir cual fábula del burro y la zanahoria a Telefé en éxitos y fracasos, sino que debería buscar su propio camino a la gloria. Éste lo fue encontrando a través de una reorganización total de la grilla, que comprendió una sobrepoblación de tiras extranjeras con buenos resultados, pero sin descuidar lo autóctono, y fue el propio Gatti el que dio el visto bueno para que vuelvan las ficciones nacionales a Monte Carlo de la mano de Charly en el Aire, y firmó contrato para que en el 2010 tengan aire dos más.
El paso de Gatti por Canal 4 no estuvo exento de polémica. El programador porteño fue el responsable del lavado de cara que sufrió Telenoche 4, y del nuevo periodismo tildado de ‘sensacionalista’ y ‘amarillista’, al poner sobre la mesa el debate entre lo que debería mostrarse vs. lo que la gente quiere ver. El giro de timón ideológico no sólo lo imprimió desde la línea periodística, sino que también fue el responsable de invitar a Luis Ventura a formar parte de la familia de la televisión uruguaya para hacer el primer programa de chimentos charrúa, lo que también despertó críticas desde la gama más variada de detractores.
Más que como programador, Gatti fue el baluarte de Monte Carlo como cara de la pantalla en el mercado televisivo. Gracias a él, se llevaron a cabo acuerdos internacionales que difícilmente algún antecesor suyo hubiera tenido en cuenta (entre ellos Canal 9), y que valieron la pena en rating. Su paso será recordado como el individuo que desde su experiencia y proceder argentino supo sacar al óvalo de Monte Carlo de una cruel arena movediza. Sí, para lograr el fin, en muchos casos no importó el medio: si sabe que un programa periodístico no está capacitado para dar pelea en prime time, lo va a mandar a la mañana; si sabe que un programa por simpático que sea no puede salir antes de las 12 de la noche, no lo va a hacer; si para tener un punto más de rating en el informativo hay que mostrar el cadáver cincuenta centímetros más cerca de la cámara, lo va a acercar; si para aprovechar un tropezón del contrario hay que ser despiadado en violentos cambios de horario a último momento, también los va a ser. Eso fue Gatti, un hombre que cambió la mente de una conservadora televisión, para enseñar a hacer verdadera televisión 2010 sin culpa, y que seguramente tenga más detractores que adherentes, pero que los números a la larga, le dieron la razón. Esta semana se retiró tranquilo, sabiendo que su pasaje no pasó desapercibido, y que demostró que no alcanzaba con que sea “tu televisión” sino que también había que “vivir la televisión”.