¿Algo Contigo erradica el tabú de la farándula uruguaya?
El interminable y superficial debate sobre si existe o no una farándula en Uruguay se impuso hace varios años. Una discusión que siempre rinde a nivel mediático por más que se manejen básicamente los mismos argumentos aburridos. En estas clásicas discusiones, la mayoría de veces no se tiene en cuenta que la “farándula” es en definitiva algo creado, que no es inherente a un país, sino una construcción de los medios de comunicación. La discusión entonces debería pasar por otra arista: ¿es saludable que haya medios que intenten construir una farándula en Uruguay? Es bastante cínico y débil desde lo discursivo intentar fundamentar que no es beneficioso para una sociedad que se fomente una industria que tantos puestos de trabajo genera, y permite que se difunda la actividad de varios artistas que hoy les cuesta bastante encontrar un lugar para promocionar lo que están haciendo. Eso sí, el mundo de la farándula tiene que ser proporcional a la sociedad, sino no tendría sentido. La farándula que se podría vender acá puede ser mediocre, tercermundista, y amateur, pero no deja de ser un mercado con un potencial que no está explotado lo que debería.
El cinismo de la opinión pública uruguaya es una particularidad digna de terapia. Las planillas de rating indican que los uruguayos somos tan fanáticos como los argentinos de Tinelli, Rial, Canosa, y compañía, pero acá se consume con una especie de masoquismo que se encuentra en el disfrute de vapulear el producto que se está consumiendo. Mirar a Tinelli y espantarse de las chicas con poca ropa o de las peleas del jurado (para volverlas a ver hasta el hartazgo al día siguiente) parece ser el hobby favorito del uruguayo medio. Si estos productos se consumen tanto, ¿por qué no aprovechar algo de ese estilo pero producido acá?
Bajo este contexto llega mayo del 2010, con un Carballo que apostaba a un nuevo ciclo que confesaba de antemano que el contenido podía dar giros en cualquier momento en función de lo que le gustara a la gente. El ex Charoná venía de despedidas con sabores amargos en
Pizza a Carballo y
Gran Hermano, y conocía la presión que tenía al ponerse al hombro un programa diario en las tardes de Monte Carlo, compitiendo contra el exitoso
Intrusos y
Esta Boca es Mía, que hasta el momento tenía el monopolio del programa uruguayo diario.
Desde el inicio del programa,
Algo Contigo era Carballo. En las promociones y adelantos del programa, poco más había que decir aparte de la figura del conductor. Secciones sin punch, invitados poco interesantes, y un timming antitelevisivo hacían que el televidente le diera la espalda al nuevo programa. La tv de hoy exige otro ritmo, la gente no acompaña un programa solo por el hecho de que el conductor le resulte simpático como pasaba en las buenas épocas de Omar (de hecho, en los últimos años
De Igual a Igual no funcionaba), sino que el televidente necesita ver que “ocurra algo” (por más intrascendente que sea) permanentemente en pantalla.
Después de un mes de llevar el timón (a puro remo) de un barco sin rumbo, Carballo se topa con la entrega de los
Premios Iris. Los productores de
Algo Contigo probaron hacerse eco de las polémicas y repercusiones germinadas aquella noche en el LATU, y las planillas comenzaron a responder. Cuando el programa comenzaba a llamar la atención del público, una semana después, el destino puso en el camino del ciclo el episodio que sería definitorio para su identidad: la separación de Forlán y Zaira.
A partir de esa instancia el programa fue otro: un ciclo en el que se lo ve a Carballo suelto y cómodo como conductor, acompañado por una Natalie Yoffe que lejos de estar pintada, tiene intervenciones acertadas, en donde el eje pasa por las secuelas de los escándalos pseudouruguayos. Carballo se puso el traje del conductor de espectáculos en Uruguay, pero sabe que ese traje pesa. Es cierto que desde hace tiempo se sabía que tarde o temprano llegaría un ciclo de espectáculos de producción uruguaya, y hasta el momento los resultados acompañan:
Algo Contigo superó contundentemente las marcas del primer período, y vienen logrando proponer programa a programa un contenido que interesa a la gente, a tal punto que el canal resolvió agregarle media hora más de duración.
A Carballo se lo ve en su mejor momento como conductor, y la comparación con Rial no radica únicamente en la temática de los programas. Carballo, al mejor estilo del conductor intruso, supo generar una complicidad con el televidente, inédita para la televisión nacional. A partir del momento que Carballo se para frente a cámaras y dice que el programa antes era otra cosa pero “vos no lo mirabas” y ahora “que lo cambiamos, lo empezaste a mirar”, Carballo explicita las reglas del juego frente al televidente, pero son reglas que éste en el contexto de la tv de hoy, ya conoce, pero que haya alguien del otro lado que asuma ese juego y lo plantee en una relación de connivencia, es un gol. Sin alcanzarle con poner sobre la mesa el hecho de que el programa está en función del rating, el nuevo periodista de espectáculos se animó a poner en pantalla el famoso “minuto a minuto” para demostrar cómo le gana a la competencia. Esa estrategia de invitar al televidente a participar de un juego que ya conoce pero del que siempre quedaba afuera le suma muchísimo a la figura de Carballo como animador, porque ocupa un lugar que hasta ahora nadie tenía en nuestra tv. El mote de “pichón de Rial” también lo demuestra disparando comentarios irónicos contra otros canales o protagonizando peleas mediáticas tal como la que tuvo con el Teto Medina en la última semana. Carballo de a poco se anima a irse metiendo en este mundo, a la vez que lo va construyendo.
El camino -como dice Serrat- se hace al andar, y por eso sigue haciendo ruido cuando Carballo se aleja de este nuevo modelo que está edificando, y se le escapan algunos costumbrismos uruguayos propios del que ahora podría estar en las antípodas de la esencia del programa. Señalar con una mano lo horrible del hecho que los argentinos sean tan chusmas y con la otra levantar el teléfono para llamar a Pamela Sosa y que se pelee con la Ghidone, aclarar de vez en cuando que solo le interesan los escándalos que involucran a uruguayos, u horrorizarse de algunos episodios que ocurren en
Showmatch, son cosas que en mi opinión le juegan en contra al programa.
Algo Contigo está en un proceso natural de descubrimiento de su propio formato y va en vías de convertirse en el programa de espectáculos referente en Uruguay, transita un camino que
La City se salteó hacer en el 2009 y que por eso quedó tan fuera de contexto en nuestra tv. Justamente como está en un proceso de evolución, no es conveniente escupir para arriba porque si el programa está en función del rating (como tienen que estar los programas de ese estilo) pueden ahogarse sus propias declaraciones sobre lo que “nunca harían”.
Algo Contigo se convirtió entonces en un programa entretenido, en lo personal el único uruguayo junto a
Bendita Tv que intento no perderme, y la están llevando muy bien. Están en una etapa de descubrimiento que confío que va a llegar a buen puerto siempre y cuando no se tienten en caer en la mediocridad de conformarse con lo que tienen. Mientras tengan intenciones de crecer sumando notas en exteriores, haciendo informes sobre la tv ellos y no trayendo los de afuera, o generando escándalos en el propio programa sin necesidad de hacerse eco permanentemente de episodios que surgen en otros lugares, el programa tiene muchísimo futuro y un potencial enorme. De todas formas el porvenir de
Algo Contigo en sí me tiene sin cuidado, lo que hay para destacar es que es una puerta abierta a una nueva industria. El crecimiento de este emprendimiento es absolutamente proporcional al periodismo de espectáculos en nuestro país, y eso es una iniciativa a celebrar, mientras consigan superar el difícil desafío de mantener pasos firmes y seguros, y ninguno en falso que pueda ser contraproducente. Por el momento, merecen las felicitaciones por tirarse a una piscina, que si bien tiene agua, no es muy es muy fácil animarse a nadar...