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Así como Canal 10 en el 2009 promocionaba Hogar Dulce Hogar como la producción más grande de la historia de la televisión uruguaya, y en el 2010 hacía lo mismo con Porque te quiero así, este año la tira Dance fue la que tuvo el privilegio de contar con tan reciclado slogan. Dance! La fuerza del corazón es el elaboradísimo nombre que recibe una apuesta que innegablemente no tiene antecedentes en nuestra televisión: Es la primera ficción diaria de producción nacional, a la tarde, y para un target de público que no simpatiza demasiado con las producciones uruguayas. Es evidente que en los últimos años Saeta se está jugando a todo o nada con muchos desafíos en los que tiene más para perder que para ganar, pero el mérito de haberse animado es incuestionable.
Sería hasta cínico referirse a Dance y no valorar la eximia apuesta de Canal 10. Realmente es un producto que esperemos marque un precedente para que otros se animen a emprender semejantes producciones que le hagan tan bien a la industria de la televisión uruguaya. Además, los resultados de audiencia respaldan la propuesta, que supera los números alcanzados por ejemplo, por Casi Ángeles. Si uno pensara con la mentalidad uruguaya más primitiva podría imaginar que al tener frecuencia diaria, se descuida más que las comedias unitarias que se vieron en el prime time de los últimos años, lo que sería un prejuicio errado, ya que es un producto extremadamente cuidado a nivel de producción y dirección, lo que también hace ruido cuando lo comparamos con otras ficciones que ha dado nuestra televisión. La parte artística del programa es extraordinaria: En cada escena ya se percibe un gran despliegue desde el decorado, pero el mote de “superproducción” lo ratifica cada vez que deslumbra con secuencias que tienen que ver con lo musical, en donde hay una puesta fantástica en lo coreográfico que logran transmitir de manera ostentosa a través de las cámaras.
De todas formas, esa distancia tan abrupta de la idiosincrasia uruguaya para hacer ficción, también está aplicada en el mal sentido. Desde su propia nomenclatura, el producto evidencia una fuerte intencionalidad de buscar cierta “universalidad”, evitando la identificación con su país de origen. El nombre Dance –que es tan efectivo como si a Glee la hubiesen titulado Bailá!-, se convierte en una señal de alerta que advierte que no solo no parece grabado en Uruguay, sino que va a hacer lo posible para disimularlo permanentemente. Es infantil creer que solo por el hecho de que acá se graban pocas ficciones, las que hay están obligadas a tomar mate hasta quedar verdes para exhibir un forzoso nacionalismo, pero humildemente considero que si la idea es llevar la ficción a venderla afuera, sería simpático que aunque sea contaran con alguna figura uruguaya además de Pablo Robles, que lleva adelante su personaje satisfactoriamente, pero no es una primera figura en el espectáculo nacional. Hay que entender que la televisión ante todo es un negocio, y por eso me parece brillante –por citar un caso- que en Porque te quiero así hayan elegido a Catherine Fulop, ya que si la intención es poder vender el ciclo al mercado internacional, es categórico que hayan figuras que sean caras conocidas por lo menos a nivel continental. Por este motivo me parece loable que participen y con el profesionalismo y manejo en cámara que tienen Maxi Ghione, Mónica Galán y la parejita de Floricienta, pero insisto en que se podría haber hecho el esfuerzo para intentar potenciar al menos alguna primera figura de nuestro país con algún papel significativo.
Otro asunto preocupante en Dance es que por más “fuerza del corazón” que uno le ponga, los libros son inconsistentes. Es un programa escrito por adultos con mentalidad de adultos, protagonizado por adolescentes, pero que finalmente consumen los niños. Es un programa que se vende como si fuese para adolescentes, pero son tan subestimados por esta serie que termina siendo para niños menores a ocho años. Los diálogos y situaciones tan inverosímiles que se presentan en pantalla muestran por ejemplo padres y madres que tienen menos de diez años de diferencia con los hijos, entre otros disparates narrativos. Me interesa subrayar además, que los adolescentes son adolescentes pero no tontos y no se los tiene que tratar como imbéciles con historias tan exageradamente banales. Cris Morena fue una de las pocas que entendió eso y supo manejar los intereses de las generaciones jóvenes con historias que connotaban aunque sea “algo” de la realidad que les iba a tocar vivir y con un análisis un poco más elaborado de las relaciones interpersonales en esa etapa de la vida, rescatando varios valores interesantes, más allá de argumentos que obviamente respondían a lo comercial y en el que también primaba una atmósfera superficial. Seguramente no es tarea fácil, y hay que hacer varios estudios de mercado para encontrar una historia que pueda tener empatía de manera efectiva con el público preadolescente, pero proponerles una serie en la que los conflictos son tan básicos es casi un insulto para chicos de diez a quince años. El guión responde además a una lógica bastante perversa en el que subyace permanentemente la discriminación y frivolidad como conceptos dominantes. El antecedente rioplantense más reciente seguramente sea aquella repudiable tira de Ideas del Sur Patito Feo, en la que la protagonista era una adolescente fea y pobre pero buena, y su contrafigura era una chica que estaba más buena que una Corona fría con limón, y millonaria pero mala, en donde denotativamente estaba todo bárbaro porque supuestamente se intentaba mostrar cuáles eran los valores “importantes”, pero el resultado era complejo porque lógicamente las chicas se identificaban o querían parecerse mucho más a la segunda. Acá el trilladísimo conflicto entre las “chicas bien” versus las de “buen corazón” está nuevamente en el tapete, pero es un arma de doble filo porque la discriminación que sufren permanente algunos de los personajes de esta nueva serie, se muestra totalmente naturalizada.
Me alegra que haya en nuestro país una superproducción con tanto despliegue como Dance, y felicito profundamente a Canal 10 que es cómodamente el que viene apostando más a la innovación en los últimos años. Lamento que los responsables de un ciclo con tanto potencial, y con ese cuidado estético digno de una serie de Disney Channel, no hayan logrado encontrarle una vuelta interesante para esta propuesta, que se queda en un programa del montón para nenas que vuelven de la escuela.