Y dicen que aquí no podemos hacerlo.
Algunas semanas atrás asistí al piso de Décadas para realizar una suerte de backstage dialogando con sus principales protagonistas. Antes de retirarme, una personalidad bastante importante del ciclo me preguntó qué me parecía sobre el programa. Reconozco como un defecto personal que me da muchísimo pudor elogiar a alguien mano a mano, porque me cuesta distinguir hasta qué punto la otra persona puede pensar que estoy siendo obsecuente. No recuerdo la pavada que contesté, pero sí me hizo reflexionar y considerar que era imprescindible dedicar una publicación para desarrollar cuál es mi opinión sobre un programa tan atípico como Décadas, que encontró su final el pasado domingo.
No es novedad que vivimos en un país que vive del pasado. Nuestros orgullos nacionales siempre hay que irlos a buscar al baúl de los recuerdos, y no es casualidad que seamos el único lugar del mundo que celebra la nostalgia, en un fenómeno tan curioso como una noche en la que se canaliza todo el aburrimiento acumulado a lo largo del año. Es por nuestra idiosincrasia que Uruguay imperiosamente tiene que contar al menos con un ciclo dedicado a reproducir glorias pasadas. Cuando comenzó Vivila otra vez, realicé una columna para este mismo sitio felicitando la conducción y la selección del material de archivo, pero reparando en que esa temática tenía un potencial que no estaba siendo aprovechada. El programa necesitaba más producción: Invitados en vivo, musicales, secciones, rankings, o en definitiva, más show. Cuando Décadas se comenzó a promocionar (allá por el 2010), sentí que venía a ocupar ese lugar que todavía estaba vacante. Un show que aprovechara al máximo el potencial que tiene la nostalgia en nuestro país.
En una televisión en la que la prioridad es ahorrar lo máximo que se pueda en recursos, y está muy bien visto el “atarlo con alambre”, Décadas llegó para desentonar. Fue una propuesta con pretensiones que a priori no parecían que se podrían llevar a cabo en nuestra austera televisión, y es muy probable que por ese motivo haya habido tantos detractores con los cubiertos en la mano cual buitres esperando que el programa quedara a medio camino de cumplir lo que prometía.
"Victoria Rodríguez y Ruben Rada nos presentan una espectacular producción nacional que, a través de la música, repasará los mejores momentos de las últimas cinco décadas. Un mega show con figuras nacionales e internacionales. Un programa para revivir los grandes momentos de nuestras vidas. Décadas, porque recordar es vivir.”
Esta era la invitación de Décadas en el lanzamiento de programación de este año en La Tele. ¿Cumplieron? Todos nos sorprendimos al enterarnos que el primer programa contaría nada menos que con No te va a gustar y Diego Forlán en calidad de invitados. ¿Efectivamente Décadas daría lo que había prometido? Me ilusioné. Después de mucho tiempo, un programa me venía a sorprender fracturando el paradigma que sostiene a la producción nacional.
Cuando arrancó, nos dimos un baño de realidad cuando fallaron mostrando un producto que hacía agua por todos los frentes. “Tenían una ferrari, y la chocaron” rezaba uno de la enorme cantidad de tweets que defenestraban a Décadas luego del estreno. Tenían todo y lo echaron a perder. No había hilo conductor alguno, el trabajo de archivo era muy pobre, la dupla en la conducción no tenía química, la conductora estaba desacatada, el conductor pintado al óleo, las secciones no tenían gracia y los entrevistados estaban incómodos. Era carne fresca. Un programa malo que de seguro a las siguientes emisiones seguiría peor y con un nivel de invitados en picada. “Es el primer programa, de seguro para el próximo mejoran”, era uno de los comentarios que escuchaba. No me convencía, habían tenido errores imperdonables incluso para el estreno.
Me equivoqué. Al programa siguiente habían corregido esos clips, y ahora no solo eran todos momentos que aludían a un mismo año, sino que el último coincidía con el invitado que presentaban regreso al piso. Victoria arrancó pidiendo disculpas, en una nueva muestra de dignidad, y se mostró más tranquila y profesional. Rada se prestó para la comedia y cantando a dúo con Alejandro Lerner justificó el motivo por el que había sido elegido para la conducción. Los programas fueron pasando, los conductores se mostraron cada vez más sueltos y cómodos, y el nivel de invitados lejos de decaer, fue sorprendiendo domingo a domingo. Regalaron a los televidentes momentos históricos pero en vivo. Mirtha Legrand, Fabiana Cantilo, Juanes, Fito Páez y Jaime Roos fueron apenas algunas de las estrellas que iluminaron el programa. Se convirtió en el que le tapó la boca a todo el mundo haciendo honor a la responsabilidad que le había encomendado su propia casa: ser el ciclo que celebre los cincuenta años de la emisora. Es cierto que en este sentido pecó de onanista al privarse de homenajear a ciertas figuras de la televisión, solamente porque hoy no están en esa señal. Así como abrieron el ciclo a rubros como la música y el deporte, hubiese estado bueno que también ampliaran el abanico para homenajear figuras históricas de la televisión, independientemente del canal en el que se encuenran, así como Cristina Morán, Omar Guitiérrez, Eduardo D’Angelo, Julia Moller, etc.
Si se tienen en cuenta cierto tipo de detalles que evidencian la cabeza con la que se desarrolló este emprendimiento, no es difícil percibir que fue un cerebro argentino el que lo hizo posible. Andrés Tulipano, guionista de varias producciones del canal, comentaba en una nota para Sábado Show que la llegada de Gustavo Landívar (productor argentino) los hizo hacer en Día Perfecto cosas que a ellos nunca se les hubiesen ocurrido. Es eso. Décadas fue una producción ambiciosamente argentina. Con cabeza uruguaya, ese ciclo hubiera quedado en el olvido. No es casual que Landivar haya sido el productor de Parque Jurásico, la última gran apuesta que había tenido el canal. Claro, todo tiene sus contra, y es probable que por este mismo motivo por momentos el programa desbordaba de contenido argentino, y tuviera hasta el tenue sabor de cierto desconocimiento del sentir uruguayo. En este sentido hubo un exagerado homenaje a un camarógrafo que el público no conocía, y faltaron los reconocimientos a personajes que nombrábamos anteriormente.
En su origen, en el 2010 los conductores iban a ser Álvaro Navia y Eunice Castro. Los nombres se fueron barajando hasta pasar por Maxi De la Cruz y terminar en Ruben Rada y Victoria Rodríguez. Sin desmerecer los nombres anteriores, creo que la dupla final fue lo mejor que le pudo pasar al ciclo. No era un detalle menor la elección de los nombres que lo llevarían adelante porque era un programa que caía 100% en los hombros de quienes fueran a conducirlo. Seguramente Maxi De la Cruz es mejor animador que Rada, pero Rada logró convocar cantantes –dicho por los propios invitados- que de otra manera difícilmente hubiesen asistido, sumado a que pudo obsequiar momentos que quedarán en la memoria de los televidentes al cantar a dúo con varios artistas internacionales.
Victoria Rodríguez merece párrafo aparte. No me cabe ninguna duda que el caso de Victoria será digno de análisis en varias universidades de acá a mucho tiempo. Creo haber dicho en alguna otra oportunidad que Victoria Rodríguez no solamente es la mejor conductora que tiene Uruguay, sino la única. No existe otra mujer en los medios que pueda bancar más de dos horas al aire en vivo llevando adelante el programa (y a Rada) ella sola. Hay comediantes, remadoras, periodistas, pero comunicadoras que puedan hacer un programa de tan difícil conducción como Décadas o Esta Boca es Mía hay una sola. Paradójicamente, es también la conductora más castigada del medio local. En Uruguay es así, para convertirse en ídolo, hay que decir “puédamos”, comerse las “s” y decir que nunca leíste un libro. Sobre Victoria Rodríguez también me interesa señalar que hace bastante que sostengo que merece un ciclo de entrevistas mano a mano con grandes figuras, como las que pasaron por Décadas. Creo que lo tiene ganado. Ahí pudo lucir ese perfil a medias, siempre que se lo permitía el acotado clima del ciclo, el corto tiempo de duración de las notas y compartirlas con otro conductor. Por estos factores algunas preguntas de Victoria valían la pena escuchar pero en ese contexto quedaban fuera de lugar.
Soy bastante seguidor del programa que le compitió en horario a Décadas en sus 13 emisiones, por lo que dejaba grabando cada emisión y la veía más tarde. A medida que fueron pasando los programas me daba cuenta que iba llenando una carpeta del escritorio de mi computadora con un valiosísimo material televisivo de un nivel que ojalá en algún momento volvamos a ver en nuestra televisión. Yo por las dudas lo guardo con el convencimiento de que si esto esperó tres años para ver la luz, valió la pena su espera.